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domingo, 7 de febrero de 2010

LAS MANOS DEL DESTINO


El tintineo de las campanitas de la entrada al balancearse contra la puerta anunciaban mi entrada al local . El comedor estaba desierto , mi instinto me empujó hacia el salón del fondo y , aunque no comprendía la causa , algo me obligaba a seguir hasta el final del pasillo . Las luces estaban encendidas indicando que alguien había estado hacía poco allí y pensaba volver . Mi mirada confusa recorrió la estancia , contemplé mi figura reflejada en el suelo resplandeciente por las pulidas losetas . De pronto mis sentidos , percibieron una sutíl brisa , como la que se siente al abrir una ventana en la mañana . Algo o alguien venía por el pasillo , avanzando inexorablemente hacia mí . Parecía deslizarse con parsimonia , pero a la vez con seguridad , la seguridad del que se encuentra en su terreno , con la facilidad de quién conoce el camino .Sus pasos despertaban mil ecos en las paredes del salón ... una mezcla entre miedo y curiosidad estremeció mi cuerpo ; al fin y al cabo ¡ la vida estaba llena de peligros ! . Cuando la figura se fué acercando , pude comprobar que se trataba de un joven , cuando llegó a mi altura , sin articular palabra sus ojos se clavaron en los mios , estoy convencida de que los dos advertimos la atracción . Me saludó cortésmente y después me preguntó que deseaba , yo deseaba saber el motivo por el que guiada por mi intuición había entrado en ese restaurante , donde no había nadie , sólo él y yo . Haciendo un gran esfuerzo por no dejarme hechizar por sus ojos seductores y , rechazando las ilusiones y fantasías inexplicables que revoloteaban por mi cabeza contesté a su pregunta con un :-" una copa de vino , por favor "- . -"Será un placer señora"- me contestó . Cuando el muchacho volvió con el vino , observé que portaba dos copas , yo pensaba mirándolo : " En realidad la intuición no se equivoca nunca " , ella distigue lo que es mejor para mí ... y yo me dejo llevar , por eso sonreí y brindé con él . Tras los cristales observé como la noche se cubría de una niebla centelleante , mientras yo sorbo a sorbo me dejaba mecer en LAS MANOS DEL DESTINO.